Fábula de Esopo
Un cuervo que había caído en un cepo le prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.
Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Pero el dios le dijo:
-¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?
Si faltamos a nuestra primera promesa, no nos creerán la segunda.
La Honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia los demás, dando a cada quien lo que le es debido.
Para ser Honesto hace falta ser sinceros en todo lo que decimos; fieles a las promesas hechas en el matrimonio o en el trabajo, actuando justamente en las opiniones que damos respecto a los demás. Todos esperan de nosotros un comportamiento serio, correcto, justo, desinteresado, con espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.
Con mucha ligereza incumplimos un plazo de entrega o dejamos plantados a nuestras contrapartes en una reunión de negocios. Cuando hacemos eso nos olvidamos que nuestra reputación es una parte importante de nuestro capital para hacer negocios. Cada incumplimiento a la palabra empeñada reduce ese capital y costará muchísimo poder recuperarlo. Por eso cualquier promesa y, sobre todo, la promesa de valor que le ofrecemos a nuestros clientes, debe ser cumplida a cabalidad.
Un cuervo que había caído en un cepo le prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.
Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Pero el dios le dijo:
-¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?
Si faltamos a nuestra primera promesa, no nos creerán la segunda.
La Honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia los demás, dando a cada quien lo que le es debido.
Para ser Honesto hace falta ser sinceros en todo lo que decimos; fieles a las promesas hechas en el matrimonio o en el trabajo, actuando justamente en las opiniones que damos respecto a los demás. Todos esperan de nosotros un comportamiento serio, correcto, justo, desinteresado, con espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.
Con mucha ligereza incumplimos un plazo de entrega o dejamos plantados a nuestras contrapartes en una reunión de negocios. Cuando hacemos eso nos olvidamos que nuestra reputación es una parte importante de nuestro capital para hacer negocios. Cada incumplimiento a la palabra empeñada reduce ese capital y costará muchísimo poder recuperarlo. Por eso cualquier promesa y, sobre todo, la promesa de valor que le ofrecemos a nuestros clientes, debe ser cumplida a cabalidad.
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